Por Lieta Vivaldi
Académica Escuela de Ciencias del Derecho, Universidad Alberto Hurtado
En El tiempo de la lucha, Andrea Cavalletti examina cómo las técnicas de gobierno movilizan las emociones y pasiones colectivas para construir ficciones políticas como el pueblo o el Estado. También explora las relaciones entre miedo, protección, soberanía y lucha, destacando la teatralidad inherente al pacto social y a la constitución del Estado moderno. Resulta interesante, en este sentido, que el derecho se pregunte más por la delimitación física del Estado que por su delimitación temporal, por cuánto dura esta ficción, por ejemplo. En tiempos de fascismo y establecimiento de gobiernos y discursos de extrema derecha, este libro otorga herramientas fundamentales para entender el presente.
Compuesto por cuatro capítulos, a través de sus páginas diversas aproximaciones nos llevan a pensar conceptos fundamentales de la filosofía política como la noción de Estado, qué es la clase, qué nos constituye −o no− como pueblo, etc. De hecho, ya en el primer capítulo titulado “Máscara, voz, pueblo”, a través de autores como Hobbes, Cavalletti explica que el pueblo no es una sustancia existente por sí misma, sino una máscara que unifica a la multitud mediante una representación teatral. Una soberanía, lo sabemos, que se sostiene mientras el miedo y la necesidad de protección exista ya que es gracias a ello que el Estado moderno −Leviatán− se mantiene y justifica.
Tal como lo sostiene en el prólogo el traductor del libro Iván Torres:
La biopolítica, según esta lectura, no implicaría resolver las necesidades biológicas inmediatas de una población, sino tomar a su cargo la vida y sus condiciones a través de tácticas atmosféricas que trabajan en el plano de las pasiones, exhortando las disposiciones afectivas, regulando y administrando los afectos securitarios, movilizando a la población, en suma, a través de un gobierno de las pulsiones sugestivas (p. xx)
En esta línea, siguiendo el argumento de Cavalletti cabe recoger el lugar que toman los afectos en las sociedades modernas. El autor se pregunta: “¿Qué es entonces una sociedad? La sociedad moderna, como nos enseñó Foucault, se constituye como un dispositivo biopolítico de control de la vida humana y de división continua de esta vida entre lo que, desde el punto de vista del Estado o del gobierno, aparece como normal o patológico, seguro o peligroso” (p. 85). A partir de esta división, se marca la diferencia entre una “población justa” o “verdadera” de una “falsa” o “aparente” que será progresivamente excluida de los efectos benéficos del poder y que, en última instancia –utilizando las famosas palabras de Foucault–, puede ser “rechazada hacia la muerte” (p. 85). El gobierno no busca necesariamente el bienestar de la población, sino que fomenta deseos bajo presión, utilizando el miedo como herramienta central. El pacto social, tal como lo describe Cavalletti, no libera realmente a los individuos, sino que los somete a un sistema de protección basado en el temor a la pérdida de seguridad. De este modo, la libertad individual queda supeditada al miedo colectivo. Vale recordar en este punto lo que sostiene Sara Ahmed; reconocer la política afectiva del miedo, permite cuestionar las narrativas que justifican la exclusión, porque el miedo no es solo un sentimiento personal, sino un afecto profundamente político que organiza el espacio social, moviliza cuerpos y justifica la exclusión del “otro”.
Asimismo, podemos pensar la paradoja que se da en ciertas políticas públicas o en los propios discursos de derechos humanos que al etiquetar a ciertas poblaciones como “necesitadas de protección” y, por tanto, sin capacidad para actuar, amplían formas biopolíticas de control y regulación (Butler et al., 2016: 5). O, como lo señala Bell, siguiendo a Foucault, “tan pronto como uno construye una ‘población vulnerable’, la figura de un homo sacer potencial si se quiere, uno se ve atrapado en el juego biopolítico, haciendo que las poblaciones y sus vidas sean el centro de las atenciones administrativas mientras que necesariamente también se establecen distinciones” (Bell, 2010: 17). Esto coincide con el argumento de Fassin de que incluso el humanitarismo tiene el potencial de participar, en la práctica, en la creación de distinciones que jerarquizan las vidas humanas. De este modo la seguridad se convierte en una forma de gobernar las pasiones mediante el miedo, en lugar de eliminarlo.
Las medidas sanitarias y de seguridad, implementadas durante la pandemia de COVID-19, son un ejemplo que da el autor que muestra que más allá de proteger, terminan sometiendo a los individuos a un sistema de control basado en la aceptación del sacrificio colectivo. Este sacrificio se fundamenta en una supuesta necesidad de garantizar la “seguridad”, pero lo que subyace a esta lógica es una política que erosiona las libertades individuales en nombre del bienestar colectivo. Cavalletti, al examinar esta situación, reflexiona sobre cómo el afecto del miedo se convierte en la atmósfera dominante, que desdibuja las fronteras entre libertad y seguridad, y cómo la solidaridad vital podría ofrecer una salida a este dilema.
Andrea Cavalletti, en este sentido, propone una solidaridad vital que no dependa del sacrificio ni del miedo, pero sí de una lucha constante contra las estructuras que lo movilizan. La solidaridad, es presentada como una forma de resistencia que no impone sacrificios, planteando una alternativa al dominio biopolítico. El autor señala que “la teoría revolucionaria podría definirse como una lucha por la lucha o por la vida, que retiene en sí misma la lucha y une a los hombres, al teórico y al combatiente, en una única actualidad: no ya en la ficción nefasta y seria del pueblo, ni en el ideal eterno del Estado, sino en el tiempo en el que estos combaten contra los obstáculos y los remueven” (p.72 ). Es por eso por lo que el enfoque del autor redefine la lucha como un acto continuo de resistencia y creación, que se opone a las estructuras opresivas y evita ser capturado por ellas
En tiempos en que prima el miedo y la destrucción de la confianza en lo común, sólo queda de este modo la colaboración y usar la imaginación de forma solidaria y colectiva, más allá del control biopolítico y la separación.
Bibliografía
Bell, V. (2010). ‘On Fernando’s photograph: The biopolitics of apparition in contemporary Argentina’. Theory, Culture & Society, 27 (4), 69-89.
Butler, J. (2016). ‘Rethinking vulnerability and resistance’. En Butler, J., Gambetti, Z. y Sabsay, L. (eds.) (2016).