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Esta contratapa se ve tentada a describir los contornos de las teorías propuestas, o continuadas, por Montalbetti; sin embargo, prefiere una escena: en un viaje espacial, durante la reparación de un circuito que posibilitará el regreso a la Tierra, una escotilla se abre por error y el astronauta a cargo se aferra a lo que puede para no caer eternamente al vacío. Supongamos que el astronauta no logra sujetarse y cae. Supongamos también que el oxígeno de su traje hace posible la caída durante años; tan lejos de la Tierra, fuera de todo lo conocido, en la completa oscuridad, imposibilitado de sonido alguno que no sea el de su corazón. Retenga esa imagen por unos segundos. Ahora el astronauta es recuperado por la nave; lo que le pasó es que estuvo en el borde absoluto. Esa es la sensación a la que te somete El pensamiento del poema. En alguna parte de esta escotilla abierta el autor dice: “recordemos una vez más, que nuestra meta sigue siendo la de forzar el encuentro con lo innombrable, con aquel nombre que no se puede nombrar, evitando lo posible, al intentarlo, la destrucción completa del lenguaje”. El astronauta de nuestra abstracción es el humano más solitario de la especie y aún así nunca salió del lenguaje. Así de radicales son las meditaciones de Montalbetti.